Diestra y Siniestra


Oliverio Orozco

Viajando entre Marsella, cuya participación en la guerra de 1792 dio origen al himno nacional francés[1], y l’Auvergne, se me ocurrió necesario acordar con ustedes, mis tres queridos amigos -como bien nos lo recomendó Giovanni Sartori[2]– sobre una recurrente discordancia conceptual común a la arena política: los conceptos de izquierda y derecha.

Lo considero importante porque hoy en día desafortunadamente existe quien se vale de la desinformación y el desacuerdo –en general de la falta de formación-, no sólo en política, para conseguir sus fines. Ellos son enemigos del hombre, y hay que combatirlos.

Ad principium

Con la instauración de la Asamblea Nacional, posterior a la Revolución de 1789, la República Francesa vio nacer una configuración de fuerzas políticas en tres corrientes mayoritarias: la jacobina, la girondina y la monárquica constitucional. Steven Zweig hace una sucinta pero precisa descripción del fenómeno que les recomiendo leer en su libro: José Fouché, el genio tenebroso.

Brevemente: de cara a la tribuna, a la izquierda se sentaban los jacobinos cuya agenda política incluía el cambio radical en el gobierno (lo que entonces significaba el fin de la monarquía despótica, la instauración de la democracia y el comienzo de la igualdad ante la ley); a la derecha buscaban su lugar quienes creían que no todo era malo bajo la monarquía y que no había razón para hacer cambios indefinidamente (pero esto no los hacía interesarse más en el gobierno dictatorial que a sus conciudadanos de la otra orilla, por eso apoyaban la Constitución); en el centro, se ubicaron los girondinos, que parecían jugar un papel conciliador, pero en ocasiones no conseguían decidirse por una u otra corriente a la hora de votar.

Ahora bien, a lo largo de los años, estos conceptos han sido adoptados, adaptados y empleados de maneras convenientes (a veces con y a veces sin, propósitos ulteriores) a la realidad social de distintos pueblos y –durante el periodo en que el mundo estuvo divido en dos zonas de influencia mayoritaria (desde fines de la Segunda Guerra Mundial y hasta la caída de la Unión Soviética)-, del mundo.

Lo anterior se ha hecho arbitraria y a veces ignorantemente. Como humanistas, los estudiosos de la historia no me dejarán mentir: esto no ha acarreado sino desazones y tribulaciones sociales –que ustedes tres y yo, gustamos de estudiar-.

Hoy en México, el concepto: centro verbigracia, lo han adoptado ciertos “socialdemócratas” autonombrados[3] buscando distanciarse de atrocidades fascistas como la matanza de jóvenes en 1968[4], o la censura de la crítica[5]. Y es… “curioso” (por decir lo menos) observar que el neocentrismo de hoy intente[6] achacar al único movimiento nacional que conformó desde siempre una verdadera y abierta oposición, las características desagradables y aburridas que nos han enseñado a verle a la conservación.

Izquierda”, para los mexicanos mal informados, ha llegado a significar sinónimo de progreso, de cambio, bienestar social, justicia, igualdad, de revolución y hasta de democracia. Y consecuentemente, en el discurso, todos somos de izquierda. Al son que me toquen, bailo.

Pero ¿qué es la izquierda? ¿Sigue siendo un grupo de gente contraria a la dictadura y proclive a guillotinar a quienes piensen diferente? (Por cierto, ¿“guillotinar a quien disienta” no es fascismo?). Y ¿qué es la derecha? ¿Habrá verdaderamente alguno que busque la sangre real de los emperadores mexicas para reinstaurar su reinado, hoy día?[7] ¿Y el centro? ¿Quiénes son de centro? ¿El partido hegemónico y construido en la doctrina de la obediencia y el dedazo?

Les propongo la siguiente definición: sean la izquierda y la derecha, conceptos en construcción; la primera distinga a quienes, conformes con el status quo, busquen preservar lo existente. En tanto se incremente el porcentaje de cosas que les parezcan necesitadas de cambio, váyaseles recorriendo en el espectro político hacia la izquierda, hasta que el número de cosas por cambiar sea tal, que no haya remedio sino llamarles de modo diferente a quienes están conformes con el punto de origen. Así, centro, no será sino la constante de cambio; es decir: la diferencia entre el porcentaje de cosas por conservar y por cambiar.

Para representarlo de otra manera les propongo el siguiente esquema:

Derecha 0 = Izquierda

Derecha 5 + Izquierda 5 = Centro

Derecha 10 = Derecha

Cuando el valor del cambio se incrementa, la ubicación en el espectro político se recorre hacia la izquierda.

Habrá quien diga que esta manera de clasificar a los actores políticos vuelve dependiente a la izquierda, de la derecha. Y es así. No puede ser de otra manera si la oposición se conforma como tal. Uno no puede ser diferente si no hay un punto de vista primo con el cual compararse. Se es de izquierda por oposición a (todas o algunas de) las medidas de la derecha. Independientemente de la calidad moral de cualesquiera de las proposiciones.

Habrá que conceder: dependencia no significa subordinación intelectual, ni mucho menos inferioridad. Pero a menos de que se prefiera volver más específicos los conceptos, para permitir incluir características determinadas en cada uno (exempli gratia: “la izquierda es proclive a la democracia”, “la derecha es proclive a la monarquía”) –lo que les inhabilitaría para un uso generalizado como el propuesto por quien escribe- no será posible entender la relación entre ideas de izquierda y derecha de otra manera.

¿Por qué propongo esta definición?

Lo hago porque existe menester, en las ciencias sociales, de detenernos un momento y llegar a acuerdos. Las batallas por ideales inquebrantables y posiciones inflexibles estaban bien para cuando el mundo estaba separado por barreras geográficas y tecnológicas que limitaban la comunicación entre los pueblos. Entonces uno podía darse el lujo de pretender que el enemigo era el diferente. Hoy en día sabemos que no es así y debemos ajustarnos a lo contemporáneo.

Una reflexión final

Es tarea de cada uno escoger cuáles con las ideas que más le gustan. Tarea nada sencilla puesto que primero es necesario conocer las ideas existentes, para después poder escoger las que nos parezcan más apropiadas y verdaderas. Pero tarea necesaria. En la decisión, como diría Rodrigo Díaz de Vivar “Ni quito ni pongo Rey […]”; yo sólo tengo una reflexión final:

Suponiendo, sin conceder, que el liberalismo del partido hegemónico haya sido tal –y no un disfraz para el fascismo, como dije- y teniendo en cuenta el status quo de nuestro país; ¿será verdad que el Partido de la Revolución Democrática, es de izquierda; el Partido Revolucionario Institucional, de centro; y el Partido Acción Nacional, de derecha?

COLOFÓN:

¡Felicidades! desde esta palestra pública, a quienes se titulan en cuanto terminan de estudiar. Es prueba irrefutable de su verdadero compromiso con México y el mundo.


[2] En la obra de Giovanni Sartori intitulada: La Política. Lógica y Método de las Ciencias Sociales, el precitado intelectual propone que el acuerdo conceptual es uno de los primeros pasos que se deben dar para la correcta comunicación y por ende para “hacer ciencia”. De otro manera, dice grosso modo, una es la idea original, otra la transmitida, diferente la recibida y extrañísima la entendida.

[3] Realidad mexicana, realidad sui generis; ahí les va el dato curioso: en las elecciones de 2006 en nuestro país existían dos partidos “socialdemócratas” compitiendo entre sí: el Partido Social Demócrata y el Partido Revolucionario Institucional. ¡Simpático!… ¿no?

[4] Ya dedicaré un rato con posterioridad, a presentarles impresiones del “movimiento estudiantil” de 1968; por el momento dejemos algo en claro: por “rebeldes” que fueran, y por poca causa que tuvieran, el Ejecutivo cometió un acto que sólo podría ser tolerado en el mundo bipolar de entonces y sólo por bárbaros idiotas (en el sentido griego de la expresión).

[5] Para aprovechar el neolenguaje de los medios masivos de comunicación: un #Epicfail (sic) de la censura del “centro”, fue la suspensión indefinida del programa cómico de televisión cuando su conductor, Manuel El Loco Valdez preguntó al público: “¿Ustedes saben quién era la esposa de Bomberito Juárez?… pues Manguerita Maza.

[6] En ocasiones con tanto éxito que en lugar de resultar curioso resulta triste porque evidencia la ignorancia en que estamos sumidos los mexicanos de a pié.

[7] He de confesar que iba a escribir: “la sangre real de Cuauhtémoc”, pero pensé que sería una frase equívoca; porque esa sangres sí que hay quien la busca.

Comments
2 Responses to “Diestra y Siniestra”
  1. Cuauhtémoc G. Guerrero dice:

    Muy interesante tu discusión Oliverio, comparto totalmente contigo la postura del Profesor Sartori; debemos dejar a un lado el pre-juicio, de que hablar de política y religión no genera ninguna sintesis, antes bien, es menester ponernos de acuerdo en los conceptos empleados , que la final de cuentas sólo son referentes.

    También comparto contigo la crítica a los estatutos oficiales del PRI, al autonombrarse Socialdemócrita, siendo que ese partido constituye una verdadera excepción a la ley, en lo que respecta a las definiciones de los partidos políticos clásicos. Es un verdadero engendro digno de estudio, pues como lo has referido, mantiene rasgos de fascismo anque no lo es propiamente, y también rasgos de izquierdas clásicas.

    Por otra parte, existe un escrito muy famosos de Norberto Bobbio llamado «destra e sinistra» -me parece que hay una traducción en español en le UNAM-, donde da criterios para calificar las posturas de los partidos políticos, a pesar de su brevedad, es un verdadero referente básico para las definiciones políticas.

    Una pequeña aclaración: él escritor de «Fouché» es «Stefan» Sweig

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