Las muertes de José Saramago


Por: Zedryck Raziel

La primera vez que murió José Saramago, corría el invierno de 2007. El hombre contaba 85 años y, según es fama, había perdido el suficiente peso como para que los ojos le crecieran desmedidamente y se le volvieran unos “astros resplandecientes en la ruina”, como se vio tentado a decir Manuel Rivas en una impiadosa metáfora poética. La ruina era la cara enjuta de José que rodeaba los astros, y en general era el cuerpo todo de José, desgastado por una dolencia pulmonar atronadora. El hombre debió morir entonces, pues más tarde estaba resucitando.

El propio Saramago denominó al prodigio su resurrección. El Evangelio…, cuenta que María de Magdala detiene a Jesús justo cuando se dispone a resucitar a Lázaro: “nadie ha pecado tanto que merezca morir dos veces”, le dice. Probablemente Saramago hubiese admitido ser un riguroso pecador (ahora ha muerto por segunda vez), pero prefirió convencerse de que había sido la “fuerza” de Pilar, su mujer, lo que le negó marcharse (la fuerza de Pilar y quizás un poco la memoria de la abuela Josefa, quien un día murmuró: “El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir”).

Antes de su segunda muerte, a los 87 años, José hizo las cosas de los humanos. De sus dos vidas se conoce una cronología (acaso apócrifa) cuya forma semeja precariamente a la que Fernando Del Paso logró al recordar la muerte del botánico francés Jean Paul en Palinuro de México:

«El el instante mismo de la falla multiorgánica, en su casa de Lanzarote, José Saramago moría como él mismo había vaticinado cuatro años antes: viejo y libre; libre y, por tanto, radical. “Claro que la condición de la libertad no es la vejez –le comentó entonces a Carlos Payán–, al contrario, en general la vejez te quita libertad, pero en el caso mío […] ésta es la sensación que tengo, así me defino yo: cuanto más viejo, más libre, y cuanto más libre, más radical. Creo que ese espíritu me acompañará hasta el final de mis días.”

»Así que, hasta el fin de sus días, calificaba a la democracia de auténtica plutocracia y a la globalización de “nuevo totalitarismo”, y pensaba que “el error mortal ha sido la no participación del ciudadano en su país”, que “estamos perdidos si la gente no despierta del sueño”.

»Tres segundos antes de morir, Saramago todavía ignoraba cuál era la palabra más bella de todas porque jamás tuvo todas las palabras; todavía era “el novelista vivo más talentoso del mundo” según el severo crítico Harold Bloom, y aún creía en la existencia de los “personajes de novela que están más vivos que algunos que andan por allí”; de entre los que él había creado, los personajes femeninos demostraban que “la mujer es más sabia, más generosa, más abierta, más real”, como decía él mismo.

»Un año y medio antes de morir, en noviembre de 2008, Saramago decía a Manuel Rivas: “No me hablen de la muerte porque ya la conozco. De alguna forma ya la conozco.” Rivas se limitó a escuchar el relato de José (“yo he regresado a la vida”), la flamante historia de Lázaro resucitado, un hombre envejecido le hablaba con la serenidad que había resultado de su literal vaivén. “No podía moverme y no me movía. […] La muerte no me ha llevado. Era consciente, sabía, veía, sentía que estaba al borde de pasar al otro lado.” Pasó y volvió; literalmente un vaivén.

»Dos años y cinco meses antes de partir, recostado en una camilla y rodeado de un grave olor medicinal, el escritor escuchaba a los médicos hablar de un “milagro” (Jesucristo había dejado claro que la resurrección era un milagro) y, quizás, agradecía en silencio a Pilar (a la “fuerza” de Pilar) no haberle creído sus palabras cuando él dijo que no tenía caso vivir una segunda ocasión.

»Dos años y seis meses antes de morir, José Saramago moría por primera vez. Un hipo trepidante lo había menoscabado y hubo que hospitalizarlo.

»Cuatro años antes de su segunda muerte, Saramago auguraba, frente a Carlos Payán, que moriría (una y otra vez) como un viejo libre radical, y aventuraba, como un halago, que “sólo una mujer es capaz de comprender que no tiene sentido resucitar, si tienes que morir de nuevo”. Lo decía en alusión al pasaje de El Evangelio según Jesucristo, en alusión a María de Magdala, jamás pensando en Pilar, jamás creyendo que Pilar encontraría innecesarias ciertas resucitaciones.

»18 años antes de morir, se mudaba de Lisboa a Lanzarote, llevado por Pilar Del Río y con la “extraña herida” causada por el Gobierno de su país al prohibir que una de sus novelas participara en un concurso literario europeo.

»Con 24 años de separación de su muerte, José experimentaba por segunda ocasión uno de esos momentos que dotan de valor el hecho de haber nacido: conoció a la periodista española Pilar Del Río; para avenirla, le escribió la carta de amor más diplomática del mundo.

»35 años antes de marcharse, el hombre vivía el primer instante que lo hizo pensar que, por el solo hecho de vivirlo, merece la pena haber nacido. Con 53 años de edad, al perder el empleo tras un contragolpe militar derechista, pensó: “si acaso consigo uno nuevo, voy a caer en la rutina de entrar a las nueve, salir a las sesis, escribir sólo el fin de semana”. Y se dijo que no. “No voy a buscar ningún trabajo. Voy a intentar ser lo que siempre he querido ser, un escritor”. Tras la publicación de Memorial del convento y El año de la muerte de Ricardo Reis, se confirmaba como un activista gramatical (“no escribo para satisfacer dictámenes”) y síntesis entre la denuncia social y la preciosidad estética.

»55 años antes de morir, José era un hombre que decidía no escribir nada mientras no tuviera nada que decir. 74 años antes de su muerte y 13 años después de haber nacido, veíamos al niño “infeliz” y “melancólico” cuyo padre golpeaba a la madre, y era callado y reservado y pobre, y no tenía sonrisa fácil y no la tendría fácil jamás, y pensaba en la mecánica y en los libros mientras escuchaba a la abuela Josefa lamentando su propia muerte porque este mundo es tan bonito.

»85 años antes de morir su segunda muerte y dos después de nacer, el niño se mudaba a Lisboa con sus padres sin tierra. 87 años antes de morir y cero segundos después de haber nacido, José Saramago nacía en Azinhaga, Portugal, en noviembre de 1922. 87 años y nueve meses antes de morir, la muerte no visitaba a José Saramago porque, como hoy, no tenía una vida que entregar.»

El autor de esta cronología –con certeza apócrifa–, en quien nos fiamos para indagar en la vida del escritor luso y que insinúa que sólo es posible resucitar una sola vez, como el Lázaro bíblico, como Saramago, deja un valioso resquicio en su argumentación: si “los personajes de ciertas novelas están más vivos que muchos que andan por allí”, no es menos cierto que también están más vivos que muchos que ya no andan. ¿Y si se hace de José Saramago un personaje de cierta novela?

Comments
3 Responses to “Las muertes de José Saramago”
  1. EDUARDO LONEM dice:

    De verdad es posible resucitar una sola vez?
    en que plano sucede esto, por que a mi entender, este hombre seguira resucitando cuantas veces lo recuerdes en sus lecturas, y tras cada frace que repitas aprendida gracias a el, a demas ha renacido como una leyenda y asi segura.
    Exelente cronologia, muy original
    suerte

  2. El chino dice:

    Hueva. Leí para ver qué decían de Saramago, pero en el primer párrafo no pude evitar conectar mis neuronas del sueño. Hueva

  3. .-Mariimoon♥ dice:

    .-Ahora entiendo esa llamada :D.. creo que esa ocasión leía sin querer leer, cuando lo hacía xq llamabas para preguntarme algo que no quería leer, ja! tú entiendes, no?! pero ahora que vengo acá a echarle un vistazo a éste, tu escrito, me ha gustado, será por que «Soy tu Fan» !? jejeje, Saramago se fue y no lo conocí, pero te quedaste tú, quién me ayudará a entenderlo cuando no pueda :D..Mmm en realidad creo que resucitará en los que como tú, «No quieren buscar ni encontrar ningún trabajo, si no que intentan ser lo que siempre han querido ser, un escritor».. ahí miraremos nacer a otro Saramago,a otro Monsivais…a otro Cortázar…en fin…a otro gran escritor..Yo te quiero mucho ♥.

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